lunes, 9 de marzo de 2020

SINTONÍA CON LA CUARESMA Y LA PASCUA (2)


Sí, es que así nuestra vida: un entrelazar la cuaresma y la Pascua, de tal manera que, a la larga, la Pascua riega todo el devenir de nuestra vida que es la cuaresma, y la superación de todo lo que ella comporta que lo conseguimos con Pascua. El Señor sabe, perfectamente y con toda claridad, lo duro y difícil que se hace el camino de la vida, cuando se circunscribe a la seriedad y dureza de la ley, fría e insensible. Cuando en su cumplimiento hemos puesto todo nuestro empeño, el resultado siempre ha sido el fracaso y el cansancio.
Hace falta la Pascua; esta es la resurrección del amor; es esta, la Pascua, la que nos brinda la posibilidad de salir de nuestros continuos fracasos y caídas. Solo tenemos que mirar a este nuestro mundo, dominado por la rabia y agresividad, con personas incapaces de escuchar; la verdad que hemos perdido de vista el éxtasis de la maravilla, de la belleza; y a todo ello, hemos encontrado una única solución: refugiarnos en conocimientos a través de los cuales se destruyen tantas sobreestructuras mentales y de comportamiento.
No perdamos el alma que es la expresión y estancia del amor; es la Pascua. Es este, la Pascua, el que hace el recorrido perfecto, el viaje misterioso y sublime, por el que, repito, el amor toca las cuerdas sensibles del corazón, y, después, a continuación, sucesivamente, se injerta en su interior, en ese nuestro corazón sediento de emociones profundas, a menudo abandonado, y en ese encuentro renace, fluye, brota, mana la alegría de sentirse criatura, protagonista en el plan de Dios, de los hermanos y del universo.
Es la Pascua, es la resurrección del amor, ese sentimiento que, con toda humildad, aparece en nuestro corazón: TODO PUEDO CONSEGUIRLO CON LA GRACIA DE DIOS; más aún, la santidad no es otra cosa que custodiar con esmero esta gratuidad que el Señor nos ha regalado. Entendemos perfectamente el objetivo de la misión del Señor al venir a la tierra: no es solo para dar cumplimiento a la ley, sino también y sobre todo, para llenarnos de su gracia, de su amor, con el que cada uno de nosotros estará siempre en condiciones de cumplir la voluntad de Dios, amándolo a Él, a los hermanos y a toda la creación.

Paz y bien y no dejéis de atender al alma; descubriréis la belleza y armonía. Es el no va más.

P. Llopis

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