martes, 24 de marzo de 2020

EL SEÑOR NOS PIDE COMUNIÓN



Es lo que nos pide el Señor en todo momento; ahora, que las circunstancias son más difíciles como cuando nos son favorables. Dios nos ha creado para que vivamos en comunión; nuestra convivencia es comunión. No caigamos en la fácil tentación del indiferentismo, la acedia, el culpabilizar a los otros de aquello que nos pasa a nosotros, el pasar por la criba de nuestra incomprensión la vida de los demás. Y en todo ello, nosotros quedamos impolutos, libres de polvo y paja, cerrados en el altar de nuestro propio egoísmo; altar que, por otra parte, nadie reconoce; alguna vez descubriremos la soledad del egoísmo.
Hoy el papa ha hecho hincapié en esta faceta que, ya veis, en tiempos de Jesús ya era ordinario. Recordad al paralítico en la piscina de Siloé. Todos esperaban el movimiento del agua, y, cuando esto ocurría, los primeros que llegaban, quedaban sanados. Él llevaba treinta y ocho años esperando la sanación y no la había conseguido; y no lo había conseguido por su estatismo, falta de opción en la vida; y, cuando el Señor le pregunta si quiere ser curado, su respuesta es evasiva: nadie me tiene en cuenta, no tengo a nadie que me acerque a las aguas. En treinta y ocho años no había encontrado a nadie que le hiciera ese favor. Es propio de estas personas indiferentes, sin opción en la vida, exigir y poner culpabilidades en los demás.

Hay un camino más directo y rápido que conduce a nuestra felicidad. Vamos a ser conscientes de nuestras propias responsabilidades y dejemos de ser adolescentes eternos, cuya vida consiste en exigir, protestar y hacer lo mínimo posible. Tomemos nuestra cruz y sepamos responder de ella. Me viene a la mente la actitud de un sacerdote de Bérgamo, Italia. Es el centro de la infección del covid-19. Se encuentra ingresado en un hospital de la localidad con fuertes problemas respiratorios; y, ante la escasez de aparatos, renuncia a él, para que sea otra persona la que se beneficie ese aparato. Al poco tiempo, muere este sacerdote que se llama GIUSEPPE BERARDELLI. No tuvo funerales. A las ocho de la tarde del día de ayer, todo el pueblo en el que él desarrollaba su misión pastoral, salió a los balcones y lo homenajeó con un sonoro y largo aplauso. A los santos los proclaman los demás. El egoísta es el único que se proclama santo a sí mismo, y, ya sabéis las palabras de Jesús:
EL QUE SE ENALTECE, SERÁ HUMILLADO, Y EL QUE SE HUMILLA, SERÁ ENALTECIDO.

Y bien, en estas circunstancias en las que estamos ahora atravesando, Dios nos convoca a la comunión, a una comunión de plegaria que es el don más grande que podemos ofrecer a nuestros hermanos. Que nos olvidemos de nuestros egoísmos, indiferencias y divisiones, y ofrezcamos el don de la plegaria en comunión a los demás.
Hoy, sobre Asís, está nevando; se está vistiendo de blanco; a la soledad de sus calles, plazas, basílicas e iglesias añadimos el manto blanco de la nieve. Nunca Asís ha estado tan acompañado; nunca nuestras iglesias, vacías y con fuerza cerradas, han estado, en cambio, tan repletas de plegarias de esperanza.
Nuestras iglesias, Asís, el tiempo con su pertinaz lluvia es todo un canto, una invitación a una comunión de plegaria; desde esa soledad exigida, un canto se eleva de plegaria, en comunión con todos y con todo lo que el Señor nos presenta. Hoy el Racó, físicamente, visiblemente, es un canto que al corazón nos llega; saltarín y con fuerza el río a todos sus gritos lanza; solo hay que detenerse y escucharlo; su grito es también de plegaria, y lo proclama por doquier pasa, que para un río que canta, nadie de su alegría escapa. A todos, el grito del río, hecho plegaria, nos alcanza: Alcudia, Veo, Sueras, Tales y Onda; sin olvidar que a Betxí lo engalana y en Borriana descansa. Su recorrido es triunfal; no hay nada que lo detenga. Una plegaria que grita, solo en Dios descansa; y lo que en Dios reposa, con creces, al alma retorna.
No ensuciemos tanta belleza con división y desgana; mirémonos unos a otros con los ojos del alma; que la mirada que del alma mana, tormentas y nubes pasa, sin que nada obstaculice su triunfal ingreso en la morada divina. Es esta nuestra plegaria en el día de hoy. Vamos a tener el coraje de llorar de plegaria ante Dios; y que nuestros llantos de plegaria, unidos a los del Señor y su Madre y Madre nuestra, sean los que detengan la fuerza de tanto sufrimiento. Vamos a intensificar nuestra comunión en la plegaria.

P. Llopis (24/03/20)

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