No nos distraigamos en nimiedades; lo tenemos claro: centralidad en Jesucristo. Esa es la fuente y alimento de todo lo que somos, programamos y realicemos. Es la frase de San Pablo: estoy crucificado con Cristo; no soy yo quien vivo, es Cristo quien vive en mí. Por tanto, no puede haber ninguna otra motivación; mi respiración espiritual es Cristo, hecho vida en cada uno de mis pensamientos y acciones. Ese es el alimento que llega hasta la vida eterna. Todos los sustitutivos que pongamos, lo único que conseguirán es hacer languidecer nuestra vida. No es esto una carga, una cruz; abramos el corazón y empecemos a ver, contemplaremos al Señor que nos ama y se entrega por mí. Ahí está el descubrimiento del amor y la posibilidad de la vivencia real de este mismo amor. De ahí que sea el camino por el que experimentamos el verdadero alimento de nuestro corazón. Tengamos bien abiertos nuestros ojos para saber discernir, en medio de tan variadas y múltiples ofertas, aquellas que sacian y dejan huella profunda de amor en nuestro corazón. Hoy, es Santa Rosa de Lima, de la tercera orden dominicana, seguidora de Santa Catalina de Sena. En medio de tantos afanes, supo elegir al Cristo que le dio amor y vida. Felicidades a todas las que llevan este hermoso nombre; tenemos a Rosa, esposa de Juan, de Tales; Rosa, de Ribesalbes ; Rosa, esposa de Jesús, de Bilbao; Rosa, de Alcoi; seguro que me dejo alguna. Felicidades, y sed rosas de amor en el jardín de Dios para beneficio de los hermanos. Paz y bien.
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